“Ha venido a buscarme al salir del instituto”, explica Monica, “y me ha preguntado cómo me siento al ser fotografiada. Así lo sabe de primera mano”, añade, mirándola con una sonrisa. La actriz está en las antípodas del cliché de las estrellas de cine que reaccionan al paso del tiempo cual Norma Desmond, Baby Jane o Mommie Dearest. “Las mujeres de mi generación hemos crecido con el mensaje omnipresente de que, llegados los cuarenta, nos volveríamos automáticamente invisibles. Ahora tengo 53, y nada más lejos de la realidad”, comenta en francés, su segunda lengua después del italiano (lleva instalada en París desde 1995).